Wimbledon marca un punto de inflexión en el calendario de la temporada tenística. Ya se ha jugado más de lo que queda por delante, situación que invita a ciertas conclusiones más allá de lo de ayer, aunque ese ayer tenga peso propio. La final en el All England fue de Novak Djokovic, tras derrotar a Roger Federer por 7-6, 6-7, 6-4 y 6-3. Así, el serbio conquistó su noveno título de Grand Slam, tercero en la catedral. El suiza, en cambio, seguirá persiguiendo el 18 grande de su inigualable carrera.
El partido fue por demás interesante. ¿Qué otra cosa podían ofrecernos sendos genios del tenis? Aunque, al mirar un poco más allá de los números se encuentre una disputa ciertamente desigual. Djokovic fue quien impuso condiciones, cumpliendo puntualmente con dos características que aplicaron en forma concreta a su plan de juego: muy buen servicio y excelentes devoluciones. Con el primero se protegió de los ataques de Federer; con las segundas también. Habiendo neutralizado buena parte de la agresividad de su rival, instaló el desarrollo de los puntos muchas más veces cerca de la línea de fondo que de la red. Y a medida que avanzó el reloj, el suizo se vio obligado a tomar riesgos, en algunos momentos casi ridículos, para empujar el juego a un lugar tenístico menos hostil, pero no lo logró.
Fuera de la estrategia, y pensando ya en fase de ejecución, Nole, tal su costumbre, convivió de manera sobresaliente con los momentos adversos. Fue el primero en ceder su saque y lo recuperó enseguida; enfrentó dos break point en el primer set y lo ganó por 7-1 en el tiebreak. Desperdició 6 set point en el segundo parcial, que perdió 12-10, también en el tiebreak. Sin desesperarse superó cada tramo con autoridad dominante. En la situación inversa, la respuesta también lo fue: apenas se produjeron, Roger pareció saber que no podía recuperar las desventajas de los dos sets finales.
A los 33 años, el cansancio no fue factor en contra para Federer. La diferencia estuvo en la cancha, no en el documento. Djokovic, como en 2014, lo despertó de su sueño y dio otro paso, ciertamente grande, hacia la inmortalidad deportiva: jugó los 21 partidos de Grand Slam de la temporada, ganó 20. Y además, conquistó 4 títulos M1000, todos los que disputó en 2015. Para mí, alcanza. Para mí, sobra.